Securities Act de 1933

La Securities Act de 1933 es una legislación clave que el Congreso de los EE. UU. sacó del horno justo después de la caída de la bolsa en 1929. La idea era clara: más transparencia en el mercado y un escudo para los inversionistas.

Esta ley se puso las botas para regular un montón de aspectos del mercado de valores. Lo más relevante es que pide que los instrumentos financieros que se quieren comerciar sean registrados en la SEC, aunque sí, hay algunas excepciones en las que no es necesario. Se trata de que la información fluya libre como el viento para que los inversionistas, armados con datos, puedan tomar decisiones sabias.

Cuando una empresa decide registrarse en la SEC, tiene que abrir las cortinas y mostrarlo todo: desde un prospecto detallado hasta sus estados financieros con el sello de un auditor, asegurándose de que todo lo que dicen sea tan preciso como un reloj suizo.

Claro, siempre hay excepciones a la regla, y algunos valores pueden evitar el registro, especialmente si son para un público más especializado como los inversionistas institucionales o si son de un tamaño más bien modesto.